CUANDO HAS RECIBIDO UN DIAGNÓSTICO
– Di tus miedos en voz alta. Escríbelos en tu diario, tráelos a la luz del día. Un miedo reprimido es como un volcán; hierve internamente mientras cada célula del cuerpo está tratando desesperadamente de evitar la erupción inevitable.
– Habla con la parte afectada de tu cuerpo y pide a tu cuerpo-mente que te enseñe qué debes hacer para ayudarte a sanar. Usa la energía curativa de tus manos para canalizar la curación instintiva de tu sistema inmunológico, poniendo una mano sobre la zona que no está bien.
Perdónate por sentirte débil o vulnerable o asustada. Es la respuesta natural del yo.
– No lo empeores poniéndote inconsciente o exagerando lo que sientes. Haz un poco de investigación del alma y pregúntate qué sientes de verdad, qué quieres verdaderamente hacer a continuación.
La plegaria y la afirmación es otra forma de mantenerte en el cuerpo, conectada con tu sabiduría interna. Una afirmación que yo uso a menudo es: «Espíritu de mi salud, me curo a medida que hablo».
– Ríete a menudo, tengas ganas o no. Incluso una risa forzada se convertirá en una bonita risa del estómago si lo haces deliberadamente. La risa es curativa porque nos conecta con el placer del universo. Reír es un acto alquímico, un ritual chamánico encarnado. Su química mejora todo, en especial la digestión.
– Llora cuando quieras y grita cuando sientas el anhelo de hacerlo. Confía en cada deseo espontáneo como un emisario de tu intuición.
Cuando has recibido un diagnóstico